Porque nos dejamos
llevar.
Seguramente no te
esperabas esa respuesta, pero estoy convencido que es la más correcta.
En primer lugar,
habría que saber qué es para nosotros la felicidad.
Está muy difundida la
idea de que la felicidad consiste en una respuesta emocional interna que se
manifiesta al conseguir un logro o una meta.
Dado que no podemos
conseguir metas en todos los momentos, la felicidad es algo que parece que no puede
ser permanente.
Digo que parece que
no puede ser permanente porque no lo comparto, pero entiendo que la gran
mayoría de personas opinen así. Máxime, cuando la experiencia diaria nos
muestra que cuando alcanzamos una meta y conseguimos un breve periodo de
felicidad, en seguida nos ponemos metas más altas que nos hacen olvidar los
logros conseguidos hasta la fecha y nos volvemos a amargar por no llegar a
conseguir la nueva meta.
El caso es que la
gente es más infeliz cuantas más metas se pone y ocurre que gente con situación
económica cómoda y gente con éxito profesional no llegan a ser felices porque
se exigen demasiado. Y se exigen cosas superfluas, que no tienen la importancia
que ellos le dan.
Del hecho de que esas
cosas no tienen la importancia que les dan, lo descubren cuando enferman de
gravedad. En ese momento es cuando realmente valoran lo que es importante y lo
que es superfluo.
Las personas que se
ponen metas muy altas, suelen sufrir de estrés, ansiedad y poseen un ritmo cardíaco elevado que les mina la salud
Estas personas basan
la felicidad en disponer la posibilidad de gastar más que los demás en
artículos de lujo, vacaciones exóticas y demás cosas que demuestren que pueden
permitirse un nivel de vida por encima de la media y al mismo tiempo se cierran
todas las posibilidades de ser realmente felices.
Ciertamente es más
fácil ver feliz a gente humilde o a gente pobre, que a gente acomodada
económicamente.
Y es que la gente
humilde se pone menos metas materiales, y aprecia más valores como la amistad,
la compañía, etc.
Pero incluso la gente
humilde con escasas metas y que se pueden alcanzar con facilidad, no logra ser
feliz. Aunque poseen mayor cantidad de momentos breves de felicidad, tampoco
consiguen ser realmente felices.
Muchas veces, porque se
ponen tan pocas metas que cuando hacen su análisis de vida consideran que no
han llegado muy lejos
Y es que, unos por
exceso de altura en sus metas y otros por las pocas metas que se ponen, no
llegan a ser felices.
Y el motivo real de
la infelicidad se debe a que nos dejamos llevar.
Nos dejamos llevar en
unos casos por la mentalidad y cultura capitalista, que nos inculca que tanto
tienes tanto vales, y en otros casos por la mentalidad conformista, que nos
lleva a apoltronarnos en un sofá y dejar pasar la vida engullendo televisión
que nos llene la mente de cosas intrascendentes y nos elimine la remota
posibilidad de ponernos a pensar.
La capacidad
cognitiva del ser humano se rige por el empleo del intelecto, la mente y la
memoria.
La mente está siempre
trabajando, pues es una de sus misiones. Siempre está sacando conclusiones a
partir de datos recogidos por nuestros sentidos, y en sí eso no es un problema.
El problema es que
hemos olvidado utilizar el intelecto y conducir la mente.
Os parecerá curioso,
pero es así, hemos olvidado usar el intelecto. Hemos dejado que la mente nos
maneje y dejamos que la vida pase, que los días vayan pasando sin saber qué es
lo que queremos de nosotros mismos.
Para ilustrar el
funcionamiento de nuestra capacidad cognitiva, piensa que te duele la cabeza
por primera vez. El intelecto le dice a la mente que busque aspirinas en una
farmacia.
La mente nos llevará
a la calle, se fijará en todos los escaparates, entrará en una zapatería, en
una pastelería, en una peluquería…. Hasta que el intelecto diga a la mente, “que
estamos buscando una farmacia”.
La mente buscará una
farmacia, nos llevará a una farmacia, y empezará a fijarse en las cremas de
manos, en los caramelos para la tos, en los champús…. Hasta que el intelecto le
diga “estamos buscando aspirinas”
Y al final la mente
nos llevará a preguntar por las aspirinas y las compraremos
La segunda vez que
nos duela la cabeza, el intelecto pedirá a la mente que coja las aspirinas y
nos tomemos una. La mente se desperdigará, pero al final tomaremos la aspirina
y se nos irá el dolor de cabeza.
La tercera, la cuarta
vez que nos duela la cabeza y unas cuantas veces más, el intelecto seguirá
dirigiendo a la mente, hasta que llega un momento que el cerebro relaciona
directamente “tomar aspirina” con “curar dolor de cabeza” y lo graba en la
memoria, de modo que a partir de entonces no es necesario el empleo de la mente
ni la dirección del intelecto para resolver un dolor de cabeza, ya se ocupa la
memoria de un modo automático de buscar una aspirina.
Y con este ejemplo, te
quiero mostrar que hemos dejado de usar el intelecto.
Nos apoltronamos en
el sofá, dejando que miles de datos innecesarios provenientes de series de
televisión que no nos interesan inunden nuestra mente y la pongamos a trabajar
procesando datos sin control alguno por parte del intelecto.
Nos levantamos y
vamos a trabajar, volvemos a casa y nos sentamos en el sofá, cenamos cualquier
cosa de sobre o congelada y nos acostamos sin emplear ningún minuto del día en
pensar en nada, dejándonos llevar por la memoria que ejecuta la rutina diaria.
¿y cuando pensamos?
¿Cuándo pensamos con
conocimiento de que lo hacemos?
¿Cuándo dirigimos
nuestros pensamientos?
¿Cuándo controlamos
nuestros sentimientos?
¿Cuándo nos
preguntamos quiénes somos?
¿Cuándo nos
preguntamos qué hacer para sentirnos mejor?
Que grande, esta
nuestra civilización. Que nos ha llevado a decir a todos nosotros “es que no
tengo tiempo para mí”, “es que no tengo tiempo para reflexionar sobre mi vida”,
“es que no tengo quince minutos para meditar”.
Y resulta que para
ser feliz de forma permanente, tendremos que aprender a manejar nuestros
sentimientos
Y para ello es
necesario que cuando tenemos sentimientos negativos, en vez de anularlo y
reprimirlo, seamos capaces de ser conscientes de que estamos viviendo ese
sentimiento (como por ejemplo la ira) y que una vez que seamos conscientes que
estamos en esa situación, nos pidamos que dejemos esa sensación y nos serenemos,
pidiéndonos a nosotros mismos tratar de mejorarnos para que no se repita
nuestra reacción.
Esto es fácil de
decir, es difícil de conseguir, pero no tan difícil como tú te piensas. Es
cuestión de practicar.
Cuando estés viviendo
una emoción (positiva o negativa), haz como si tu mente se alejara de ti unos
metros y te mirase desde la distancia. Podrás entender que es lo que te está
pasando, como si fueras tu hermano mayor y podrás controlar tu emoción, porque
la estás viendo según la estás viviendo y no después.
Por último, te
aconsejo que medites diariamente, si puedes dos veces al día.
En la meditación, el
intelecto se pone a trabajar obligando a la mente a frenarse.
El intelecto vuelve a
tomar el control de nuestra capacidad cognitiva, gobernando la mente como antiguamente.
Con la meditación se
consigue, además, mejorar el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, de
nuestro sistema inmunológico.
Y es que sabiendo
controlar nuestros sentimientos mejoramos el porcentaje de tiempo en que somos
felices y para ello es muy útil distanciarnos mentalmente cuando vivimos una
situación intensa y la práctica de la meditación
Te aconsejo que
practiques ambas cosas, con todo mi corazón
0 comentarios :
Publicar un comentario
Expresa libremente tu opinión. Te lo agradeceré