- · Criticas a un compañero por llegar tarde al trabajo, aunque no se lo digas ni a él ni a nadie
- · Comentas la forma de vestir de algún compañero o de un desconocido
- · Opinas que alguien no cuida su higiene personal
- · Criticas a tu jefe directo o a cualquier superior tuyo
- · Criticas a un político
- · Maldices al que se cuela con el coche sin respetar la cola que tú estás haciendo en un atasco
- · Le dices a tus hijos: “tú, no te parezcas a ese amigo o amiga” “no seas como ellos”
- ·Hablas mal de un vecino, o del conserje del edificio o urbanización en la que vives
- ·Consideras que la forma de educar a tus hijos por parte de tu marido o de tu mujer no es la correcta
NO JUZGAR
Una de las
cosas que ayudan a conseguir una felicidad duradera y no esporádica y fugaz es
“No Juzgar”.
Por ello,
quiero compartir contigo lo que pienso acerca de en qué consiste No Juzgar.
¿Qué es No Juzgar? ¿Qué es No Juzgar para ti? ¿Coinciden ambas
cosas?
No Juzgar,
quizá sea la actitud que todos afirmamos cumplir y la más difícil de conseguir.
Toda persona
a quien preguntes, sin duda te dirá que ella no critica a nadie, que considera
que cada uno puede ser como quiera, que es libre de ser como quiera ser sin que
nadie y mucho menos él o ella le limite en modo alguno.
Seguro que, para
ti, No Juzgar consiste en no criticar ni alienar a nadie acerca de su modo de
ser, pensar, vestir, etc. Y seguro que tú estás seguro de que No Juzgas.
Es muy curioso,
es como una enfermedad adictiva: nuestra mente se empeña en negar que tenemos
ese problema y es necesario reconocer que tenemos ese defecto para comenzar a corregirlo.
La mente no
reconoce que juzga a los demás.
No juzgar es
una de las cosas más difíciles de conseguir, pues, aunque nuestra mentalidad
abierta, moderna y liberal nos dice que debemos dejar ser a los demás lo que
quieran ser y vivan como ellos elijan, lo cierto es que sentimos un pequeño
grado de felicidad interna cuando comparamos los actos y la forma de pensar de
los demás con la nuestra y podemos poner la nuestra por encima de la de los
demás.
Y obtenemos
un mayor grado de felicidad cuando nuestra crítica, en la que nuestra ética de
valores o nuestra actitud queda por encima de la persona criticada, puede ser
compartida con otra persona.
Esa sensación
es genial.
Conseguimos
una felicidad interna que no detectamos, que sentimos de modo inconsciente.
Nuestra mente
nos aplaude, nos pide más momentos de felicidad, nos pide que sigamos juzgando,
pues es una forma de afianzar nuestra personalidad.
Nos sentimos
más seguros cuando pensamos que nuestra opción, nuestra actitud, nuestra escala
de valores es mejor que la de otras personas y aún nos sentimos más seguros
cuando alguna otra persona nos da la razón, pues eso refuerza aún más nuestro
criterio y nos hace más seguros.
Y por todo
ello, no paramos de juzgar. Juzgamos todo y a todos.
Sí, sí, lo
sé, tú no críticas a nadie, o llevas años sin hacerlo. Ya, ya, seguro que es
así.
Pero te has
parado a contar las veces que en un día haces lo siguiente:
Seguro que,
si prestas atención, cualquier día de tu existencia has juzgado más de una vez
a algún conocido o alguna persona que se ha cruzado en tu vida.
Pues es que
una de las propiedades de la mente es generar sin parar pensamientos, y si no
utilizamos nuestro intelecto, la mente creará una historia a partir de cada
pensamiento, pasando el pensamiento a convertirse en un pequeño relato al que
si sumamos juicios hacia ese pensamiento o las cosas o personas en que se basa
ese pensamiento se termina convirtiendo en una gran historia, y a la mente le
encanta hacer historias grandes.
Y hasta ahora
sólo hemos hablado de juzgar a personas y todavía no hemos hablado de juzgar
cosas o sentimientos.
No juzgar, no
se trata sólo de no opinar sobre la forma de actuar o ser de otra persona.
No juzgar,
también consiste en no opinar acerca de los sentimientos.
Estarías de
acuerdo conmigo si dijera “no me gusta estar triste”, porque a nadie le gusta
estar triste. Pero se da la paradoja de que, al decirlo, estamos juzgando el
sentimiento tristeza como algo negativo, y no existe ningún sentimiento
negativo.
Todos los
sentimientos son necesarios y por ello ninguno es negativo.
Lo único es
que algunos sentimientos preferimos no experimentarlos durante mucho tiempo,
como la tristeza, la soledad, la angustia, el miedo, etc.
Pero hasta
los sentimientos que consideramos negativos, son imprescindibles, pues nos
hacen centrar nuestra atención para aprender una lección que llevaba incluida
aquella experiencia vital que nos provocó dicho sentimiento.
Es bueno
estar triste de vez en cuando, pues es cuando te das cuenta de qué es lo que
verdaderamente te importa.
Es bueno
estar solo algún tiempo, pues puedes aprender que tú también eres importante y
que tienes que comenzar a darte la importancia que te mereces. También te
enseña que para estar acompañado hay que trabajar para conseguirlo, hay que ofrecer
sin esperar nada a cambio.
Y así todos
los sentimientos que has considerado negativos y por tanto has juzgado, son necesarios.
No juzgar
consiste en observar nuestros pensamientos, en usar el intelecto para comprobar
como maquina la mente sin parar ni un segundo, en filtrar esos pensamientos y
abortar los que correspondan a juicios de valor acerca de actitudes de otras
personas y los que correspondan a sentimientos negativos.
Los sabios
llegan a No Juzgar las cosas. Como dice Emilio Carrillo, “ni la rosa es bella,
ni el cardo es feo”. Pero ese es un nivel muy alto de No Juzgar.
Aunque todos
deberíamos aspirar a llegar a un nivel de No Juzgar en el que ni siquiera
valorásemos poniendo adjetivos calificativos a las cosas, para tener una
felicidad más duradera nos bastará con No Juzgar a los demás y a ser posible a
No Juzgar los sentimientos como positivos o negativos.
De lo
expuesto, puedes comprobar que No Juzgar es difícil y que no paramos de juzgar
todo y a todos.
También te he
comentado que juzgar nos da una felicidad instantánea. Pero esa felicidad es de
muy corta duración, suele durar los segundos o minutos en los que emitimos
juicios de valor y luego desaparece.
Cuando se
consigue No juzgar, se consigue una felicidad más sutil (es más complejo
detectarla, sentirla), pero mucho más duradera.
Al no juzgar,
no se obtienen momentos de felicidad espontánea por conseguir que los demás
estén por debajo tuya en tu escala de valores, pero sí se consigue una
seguridad más duradera pues nada exterior a ti supondrá una amenaza a tu
personalidad y forma de pensar.
Si no juzgas,
no te afecta lo que los demás juzguen de ti, dejas de dar importancia a la valoración
de los demás hacia a ti, solamente te importa lo que tú piensas de ti.
Y es que, si
realmente No Juzgas a los demás, No Juzgarás que los demás te juzguen, darás
importancia nula a que los demás te juzguen y por tanto estás perdonando el que
te juzguen desde el primer momento que lo hacen.
Ese hecho, el
que no te afecte lo que los demás opinan de ti, el que dejes de tener miedo de
los juicios de los demás, te aporta seguridad en ti mismo y la seguridad es una
de las bases de la felicidad duradera.
Así, cuando
el No Juzgar se convierte en una norma en tu vida y lo practicas en todo
momento, poniendo atención en comprobar que no lo haces, ni siquiera de forma
involuntaria, consigues mayor seguridad en ti mismo y ello te lleva también a
auto estimarte, valorarte personalmente a ti mismo de una forma más positiva y
te hace más fuerte.
Una persona
más fuerte es capaz de afrontar mejor los problemas que la vida te presenta y
una persona que supera las adversidades, es de por sí, una persona más feliz.
Por lo que,
si estoy en lo cierto acerca de lo que te he expuesto, parece que está clara la
relación entre No Juzgar y un estado de Felicidad duradera.
Pero te
preguntarás, ¿Cómo hago para aprender a
No Juzgar?
Bueno, no te
voy a engañar, aprender a No Juzgar no es tarea fácil.
Yo a veces lo
hago, mal que me pese. Pero te diré un secreto: es cuestión de práctica. Cuanto
más lo practicas, menos veces caes en el error de juzgar.
Y cuando
adquieres práctica y sólo juzgas muy esporádicamente, te sientes mejor. Por lo
que merece la pena intentarlo.
Para aprender
a No Juzgar tienes que comenzar a vigilar tus pensamientos. La mente no para de
producir pensamientos, uno detrás de otro, sin cesar.
Si cierras
los ojos, te será muy difícil no pensar en nada. De hecho los meditadores
necesitan mucho tiempo de práctica hasta que consiguen reducir la velocidad de
generación de pensamientos y mucho más hasta conseguir tener momentos en los
que la mente queda en blanco sin pensamiento alguno.
Para aprender
a meditar existen dos trucos, visualizar la respiración ya sea en las entradas
de las fosas nasales o en el ombligo (haciendo una respiración ventral) y
observar todos los pensamientos dejándolos ir sin detenerse en generar una
historia acerca de cualquiera de los pensamientos generados por la mente,
simplemente se les deja marchar como si viajaran en troncos bajando río abajo.
Como te
comentaba, para aprender a No Juzgar basta con vigilar los pensamientos, no
hace falta frenarlos, reducirlos o eliminarlos como cuando se medita.
Vigilar los
pensamientos consiste en utilizar el intelecto y preguntarse cada cierto tiempo
en qué está pensando tu mente.
Te pongo un
ejemplo: seguro que en algún descanso en el trabajo te juntas con compañeros y comenzáis
a hablar. En muchas ocasiones habláis de cosas insustanciales como el tiempo,
el tráfico, las series de televisión, etc., pero otras veces habláis de asuntos
de trabajo, en los que sin duda aparecen actos o actitudes de otros compañeros,
y a la velocidad del rayo, comenzáis a criticar a ese, esa o esos compañeros.
Pues bien,
vigilar los pensamientos consiste en que cuando estas charlando con tus
compañeros, cada cierto tiempo te preguntes a ti mismo (de forma silenciosa) si
estás o no estás criticando o juzgando a alguien o a algo, y si tu respuesta es
sí, basta con que dejes de opinar y veas como los demás juzgan a los otros
compañeros.
Pruébalo, es
fácil y comprobarás que todos y cada uno de los días tú y las personas que te
rodean juzgan a los demás.
Esta es la
mejor forma de comenzar a aprender a No Juzgar, vigilando tus pensamientos,
comprobando las veces que estas inmiscuido en un juicio, probando a dejar de
participar en conversaciones en las que se juzga a alguien o a algo.
Cuando dejes
de criticar o participar en críticas con otras personas, podrás comenzar a
trabajar en No Juzgar de forma individual.
Podrás
comenzar a trabajar en vigilar tus pensamientos en todo momento y observar
cuando juzgas a alguien o a algo mediante el pensamiento y no mediante las
palabras.
Esto es más
complicado y lleva más tiempo (pues vigilar tus palabras es más fácil que
vigilar tus pensamientos), pero te puedo asegurar que se consigue.
Pues nada,
para conseguir No Juzgar y llegar a experimentar una felicidad más duradera hay
que trabajar en vigilar los pensamientos y esto sólo se consigue con la
práctica.
Así que te
animo a practicar y te recomiendo que comiences ya, pues cuando se recibe un
consejo y se pospone su ejecución, el consejo se convierte en palabras que se
lleva el viento.
Vigila tus pensamientos y deja de juzgar
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